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VIOLENCIA DE GÉNERO: CÓMO TRABAJAR CON LOS VARONES QUE LA EJERCEN

Marcelo Romano coordina dispositivos grupales con hombres que ejercen la violencia sobre sus parejas e hijos. Asegura que, mediante dinámicas rupturistas, es posible disminuir el riesgo de que se produzcan nuevos ataques.

Entrevista a Marcelo Romano, especialista en el trabajo con hombres que ejercen violencia de género, coordinador de grupos en ONG Decidir. Romano comienza con una distinción: "Hablamos de ‘varones que ejercen la violencia’ y no de ‘varones violentos’, porque no lo consideramos como algo permanente”.

APU: ¿Cómo comienza el trabajo con grupos en Decidir?

Marcelo Romano: Decidir es una ONG pro feminista, que empezó a trabajar en el año 2000 con mujeres en situación de violencia de género. Sucedía que, por ejemplo, atendíamos a María, que era vulnerada por Juan. Una vez que podíamos fortalecer a María, nos encontrábamos con Julia, que también era vulnerada por Juan. O sea, este varón seguía ejerciendo el patriarcado sobre otras mujeres. A partir de eso pensamos que algo tenemos que hacer con los que generan el problema, que son los varones. Empezamos a desarrollar un dispositivo y lo fuimos construyendo en el tiempo, siempre teniendo en cuenta que el trabajo en Decidir es ad honorem.

APU ¿Cómo es el trabajo concreto?

MC: Es sólo grupal. En la admisión hay entrevistas individuales, para evaluar la situación de riesgo de su pareja, ex pareja o hijos. Hay dos objetivos: uno es bajar el riesgo, que la posibilidad de que se produzca un ataque baje, y otro que es descartar que la persona ejerza la violencia de género. El hecho de que merme la situación de riesgo hace que las personas que estén a su alrededor tengan más herramientas para alcanzar el segundo objetivo.

Los varones se incorporan a un grupo ya armado, tenemos dos grupos en Moreno. Están los más nuevos, y otro ya "cerrado", donde prácticamente no ingresan más personas. Trabajamos estereotipos de género, la resolución de conflictos, el ciclo de la violencia fundamentalmente. Qué es lo que el hombre siente y piensa en ese ciclo. La idea es que en ese espacio de trabajo puedan reconocer lo que sienten e hicieron con sus parejas y también cómo lo aprendieron ellos. Los grupos son de alrededor de diez personas, no más de doce, y con dos coordinadores, en donde conviene que haya un hombre y una mujer, de distintas especialidades. 

APU: ¿Con qué dinámicas trabajan en los grupos?

MC: Por ejemplo, cuando queremos trabajar la autoestima, trabajamos la historia de vida, donde ellos van narrando los sucesos significativos. Alguno puede decir una mudanza, un fallecimiento, un episodio de violencia en su infancia. Una vez que pueden visualizar esos episodios que los constituyeron, analizamos qué tipos de violencia se fueron manifestando en esas situaciones, y quién tomó las decisiones. Cómo les enseñaron a tomar decisiones y cómo tomaron decisiones después. En términos generales, se puede ver que no fueron tenidos en cuenta en la toma de decisiones, hecho que repitieron en su adultez respecto a su pareja e hijos. Hay un proceso de desaprendizaje en que se intenta buscar un sistema de toma de decisiones alternativa. En este ensayo y error, se va buscando este mecanismo de resolución de conflictos y comunicación diferente. Obviamente no tiene solamente que ver con la familia, sino también con los amigos, las instituciones, los medios de comunicación. 

Las dinámicas de cambios de roles son muy fuertes, porque los pone en el rol de su madre o su hija, una mujer con la que se sienten ligados afectivamente. Cuando se pueden aproximar a una vivencia desde un costado femenino eso los deja en crisis. Si no se desestructura, no hay posibilidad de construir algo nuevo. 

Usamos muchas técnicas de cambio de roles, o con películas, arte. Tienen que generar un impacto y ser rupturistas respecto a lo cotidiano. Si quiero modificar una matriz de aprendizaje tengo que ser rupturista, provocar y poner en crisis lo anterior y destruir la matriz anterior de forma definitiva. Si no, existe un doble discurso, en un proceso de cambio en donde todavía el cambio no se produjo y se sigue aferrado a lo tradicional en el fondo.

APU: ¿Cómo se acercan los varones al dispositivo?

MC: En el grupo de Moreno, algunos varones vienen recomendados por otros varones. Otros vienen por el Patronato de Liberados, otros por el sistema educativo y de salud, y otros por el Poder Judicial. En estos últimos casos, ya existe una medida restrictiva, en general. En este último año, en Moreno aumentó la cantidad de derivaciones del Poder Judicial sobre el tema de violencia de género. No es una preocupación generalizada, pero en algunos juzgados sucede.

La ley no los obliga a hacer un tratamiento al respecto, porque implicaría que el Estado garantice los espacios para hacerlo. Algunos jueces dejan a la persona sin ningún tipo de asistencia, y otros buscan estos espacios como el nuestro. 

APU: ¿Qué perspectiva existe para generar un marco legal al respecto?

MC: El Plan Nacional de Erradicación de la Violencia contra las Mujeres, que todavía no ha sido implementado, incluye la atención a varones. Hemos hablado con actores políticos para tratar de plantear la obligatoriedad de la asistencia y contención de varones. Todavía son incipientes, algunas organizaciones feministas también lo empiezan a tomar, sobre todo porque son los varones los que se tienen que hacer cargo de lo que instituyen.

Hoy en día la experiencia se va replicando. Hay mayor interés, hay municipios como Hurlingham que están trabajando con varones, en Morón y La Matanza también, y los hospitales Álvarez y Méndez. Estamos intentando que la municipalidad de Luján también lo haga. Nosotros también planteamos que debe ser obligatorio el tema de trabajar los noviazgos violentos en el secundario y los estereotipos de género dentro del primario. 

APU: Ahí hablamos de prevención, ¿cómo piensan este trabajo con niños, niñas y adolescentes?

MC: A ser patriarcal se aprende desde nuestra primera aparición en el mundo y el contacto con la sociedad. Nosotros hacemos asistencia que es cuando todo estalló, por eso hacemos muchas capacitaciones para poder lograr la prevención. 

Tuvimos una experiencia importante de un grupo con hijos e hijas de testigos de violencia de géneros. Fue difícil darle continuidad pero se trabajaron todos los estereotipos culturales que iban aprendiendo y las emociones, que también se aprenden. No se aprende sólo mediante lo intelectual: "el silencio duele", eso también se aprende. Estereotipos en los varones como Superman, el hombre que todo lo puede y es híper fuerte, conllevan una desafectualización del otro, una profunda restricción emocional que hay que permitir que se ponga en escena.

APU: ¿Hay determinadas situaciones con las que su dispositivo no trabaja?

MC: Hay algunos hombres que tienen patologías asociadas al hecho de ejercer violencia. A veces adicciones, a veces abuso sexual infantil. En ese caso también sería problemático para el grupo, porque hay poca tolerancia del hombre que ejerce violencia de género respecto al abusador sexual infantil. Con esos hombres no trabajamos, tiene que intervenir un dispositivo psiquiátrico. Tampoco trabajamos con represores, siempre existe un elemento de placer y goce en el que tortura. 

En el caso de violadores, diría que en casi todos los casos los hombres que ejercen violencia de género son violadores de su propia pareja. Se ejerce el poder sobre el cuerpo de la mujer. No habría tanto inconveniente si fuera un violador callejero, pero nunca sucedió que un hombre se acercara y admitiera eso.

APU: ¿Qué resultados ven en sus intervenciones?

MC: En cuanto al objetivo de bajar el riesgo, estamos arriba del 80%. Evaluamos si hay reincidencia o no, mediante indicadores como el testimonio de la pareja o los hijos. En la actualidad estamos alrededor del 40% respecto al objetivo de fondo, que es que dejen de ejercer violencia de género. Si una persona viene y trabaja menos de seis meses, no podemos evaluarlo. Mejoramos mucho cuando cambiamos las técnicas, desde que involucran mayor participación física y emocional.

APU: Existe una perspectiva punitivista como solución a la violencia de género, en donde se piensa que la cárcel resuelve todo. ¿Coincide?

MC: Es curioso, porque en la práctica los varones que ejercen violencia no son castigados, y en el discurso se dice que hay que matarlos. Hay una esquizofrenia en esto. En tanto hombres, la construcción de la masculinidad es parte de la violencia de género. La idea entonces es que hay que meter presos a los varones que ejercen violencia, y esta no es una solución mágica. Fortalece lo peor del patriarcado que se desarrolla en las prisiones. Tuve la oportunidad de capacitar a personal penitenciario, porque ahora tienen detenidos por violencia de género. Los profesionales me pidieron que vaya a capacitar porque necesitaban formarse, pero el financiamiento no lo puso el Estado sino los propios trabajadores. Algo insólito. 

Lo punitivo es machismo puro, porque la solución ahí no es el cambio sino la sanción. "Vengo a imponer el orden como creo que el orden debe ser". Por supuesto que si un hombre mata tiene que tener una sanción, inclusive si es un hombre que sin matar a su pareja comporta un alto riesgo para ella. Pero no existen políticas intermedias para erradicar la violencia de género, ni siquiera sanciones intermedias para situaciones en el caso de que alguien incumpla una orden perimetral. Tienen que existir medidas realmente reparatorias respecto a sus hijos y sus parejas, dentro de un proceso que comporte un cambio. Por dar un ejemplo, generar un espacio y momento en donde el hombre pueda educar a su hijo en una estructura no patriarcal, en donde le pueda pedir disculpas, decirle que lo que hicieron estuvo mal